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domingo, 27 de febrero de 2011

Yo tengo un amigo peluquero.

peluquero

Má qué Coiffeur, ni estilista…PE LU QUE RO!

Es sorprendente hasta qué punto somos hijos del tiempo en el que vivimos. Para bien o para mal, no podemos dejar de movernos con las ideas rectoras de nuestras sociedades.

Cómo ustedes deben saber, porque me conocen o porque lo han leído en alguno de los posts anteriores, soy oriundo (?) de la ciudad de Pergamino. Si bien hace más de diez años que no vivo allá, hay algunas cosas que sigo haciendo como en aquella época. Como pueden imaginar un cambio de ciudad, causa una serie considerable de inconvenientes, algunos serios y otros no tantos. Por ejemplo, siempre me corté el pelo con el mismo peluquero. Desde que tenía más o menos 6 años, siempre me corté con Freddy. Me cortaba el pelo a mí, a mis hermanos, a mi tío y a mi viejo (aunque creo que a él le haría un descuento porque el trabajo en ese caso era escaso). Aun hoy, siempre que vuelvo a Pergamino trato de cortarme el pelo con él. No tengo que pedirle nada, simplemente sentarme y poner la cabeza para que pueda hacer el trabajo.Freddy me mantiene al tanto de la campaña de Douglas, de la política local, de sus hijos y nietos; con cortesía me pregunta por cada uno de los integrantes de mi familia y se interesa, con moderado entusiasmo y sin exageración, por la marcha de mis asuntos. En su pequeño espacio dedicado a la espera, se apilan las revistas (siempre de espectáculos) en un ejercicio que remeda el accionar las placas geológicas. Siempre que nos despedimos, me abraza como si se estuviera preparando para un temporada sin verme y me cobra un poco menos de lo que debería.

Sin embargo, hay veces en las que la vuelta a la ciudad natal se dilata demasíado, o no coincide con el momento de cortarme el pelo, por lo que debo recurrir al servicio de otros peluqueros en tierras foráneas. La verdad es que la situación me incomoda muchísimo. Siento que estoy traicionando a Freddy, por lo que nunca me corto dos veces con el mismo peluquero. La idea es no generar vínculos con algún otro profesional de las tijeras. De esta manera, en los últimos diez años, me he cortado el cabello con prácticamente con todos los peluqueros del barrio de Once. Travestis, homosexuales, ex-presidiarios , viejos de manos temblorosas; me he cortado el pelo con todos y con ninguno entablé una conversación que se pueda considerar interesante. En ningún caso nuestros intercambios pasan del clima, de la marcha de Boca Juniors o (debo añadir con sorpresa) de los horarios laborales (?) Sin embargo, la semana pasada, quebré mi propia regla de oro y me puse a conversar con uno de mis ocasionales barberos. No dejo de arrepentirme. En un estúpido intento por ser gracioso, y mientras el facultativo (?) me pasaba la máquina por la coronilla, acoté que iba a tener mucho trabajo dado el remolino que tengo en la cabeza. Sin inmutarse, el peluquero me dijo que no me hiciera el problema, que con mi tipo de cabello no había inconvenientes. Pero que cuando caían los del “norte”, con ese pelo grueso, se hacía imposible. El comentario me cayó como un baldazo de agua fría. Tendría que haberme levantado y salido con la cabeza a medio cortar, pero me agarró con la guardia baja. Es increíble como el racismo se encuentra tan metido en nuestras sociedades, que cada uno encuentra en su profesión la manera de aplicarlo. Pero también me llenó de vergüenza que me sorprendiera la forma de discriminación y no el acto de discriminar en sí mismo. Si el comentario hubiera sido sobre el color de piel, me hubiera shockeado también, pero no me hubiera sorprendido. Yo también me encuentro envuelto en las dinámicas de la sociedad, y me encuentro asqueado con mi reacción. Me parece que nunca más dejo de cortarme el pelo con Freddy.

domingo, 20 de febrero de 2011

Afilados (?)

filas
Filas: ¿Cruel forma de control social o ámbito de socialización primaria de jubilados? Para debatir…
Creo que una de las mejores ideas de la historia, en materia de control social, ha sido la invención de la cola (o fila, o como quiera que la llamemos). Piénsenlo (?), la gente llegaba a un evento o algún tipo de convocatoria pública y trataban de entrar todos juntos. Iban a ver, por ejemplo, a los gladiadores y generaban sucesivas avalanchas para llegar a sus asientos. De hecho, según nuestros estándares la gente no sabía comportarse en público. En mi opinión la invención la deben haber hecho en el ejército; si uno lo piensa detenidamente responde a una visión marcial de la vida en comunidad. Frente a los soldados que se amontonaban, y me imagino, amenazaban a los cocineros a la hora de comer, algún general debe haber establecido el principio de servir por estricto orden de llegada y formados unos detrás de otros. De esta manera se evitaba el desorden, que transforma a un ejército en una acumulación de individuos. El desorden social causa terror en las mentes castrenses. La idea fue tan exitosa y revolucionaria, que prontamente llegó a toda la sociedad, y está tan imbuida en nuestra vida que ni nos cuestionamos la pérdida de tiempo que sobrellevamos diariamente.
Algunos alborotadores (?) atribuyen esta invención a los pueblos originarios, por aquello de la fila india. Pero yo no puedo creer que pueblos tan amantes de la libertad como los pobladores originarios, puedan ser considerados responsables de este avance sobre nuestros derechos. Ahora que lo pienso, puede ser responsabilidad de los señores de la India. Sus divisiones de castas encuentran eco en el establecimiento de las filas. Todo menos la idea de individuo (?).
El tema de sacar números para poder ser atendidos parece ser más eficiente, y si se quiere menos violento. Pero la pereza y la desidia de los comerciantes nos condenan a la brutal eficiencia de las filas. Cuando entramos en algún establecimiento preguntamos mansamente quién es el último de la fila, sin osar desafiar los órdenes establecidos. Pero la peor de todas las indignidades, es cuando los bancos o las modernas salas de cine, nos someten a un corralito como si fuéramos animales. Diseñan esos corrales, esperando la incontenible afluencia de clientes a sus establecimientos, como si dentro vendieran la panacea. Pero la verdad es que la mitad del tiempo no hay nadie, o son los suficientemente pocos como para que debamos atravesar el vacío corralito como si fuera un laberinto diseñado por un Dédalo carente de imaginación (?). En algún punto deberíamos alzarnos como ciudadanos y reclamar aquello que legítimamente nos corresponde: nuestro tiempo.

lunes, 14 de febrero de 2011

Todos iguales

igualdad

Igualdades: ahora dicen que en algunos casos serían innecesarias (?)

No entiendo por qué los equipos de vóley usan uniformes. El estar en campos distintos, separados por una red, ¿no es indicio suficiente de que conforman equipos distintos?

Y ya que hablamos de uniformes, ¿no les queda la sensación de que las camisetas de los distintos equipos de baseball son iguales? No sé para qué se toman el trabajo…

sábado, 12 de febrero de 2011

Calendarios 2

calendario-maya malla

Famoso Calendario Malla: Sería tan preciso que hasta te da la hora.

Ya que estamos hablando de Calendarios, me da mucha bronca cuándo la gente dice que tal o cuál pueblo (por caso los Mayas), tenían un calendario muy preciso. Es una verdad de perogrullo (?) Un calendario es, ante todo, una convención. Si nos ponemos de acuerdo en que el año dura quince días, mucho me temo que el año durará, al menos para nosotros, quince días. Y en ese caso, cualquier calendario que mida el tiempo del modo en que nosotros lo hemos acordado, tendrá una precisión absoluta. Una cuestión distinta es la concordancia que este calendario guarda con algún fenómeno astrológico al que le hayamos atribuido especial valor. Pero aún en ese caso, también responderá, por ejemplo, a una convención que le concede importancia a dar una vuelta completa alrededor del sol; lo que nos deja, de nuevo, en el punto de partida. ¡No nos comamos el chamuyo de los Mayas! (?) Es lo único que pido…

Calendarios

calendario

Iba a poner un calendario de gomería pero este es un blog familiar.

Cómo saben todos aquellos que hayan dedicado tiempo al estudio del almanaque, o hayan pasado meses discutiendo sobre el momento exacto en que comienza el nuevo milenio (?), no hubo en nuestro calendario un año cero. El primer año de nuestra era es el año uno, que como bien sabemos coincide con el nacimiento de Cristo. Ahora bien, esta modalidad de contar el tiempo genera no pocas confusiones. Mi amiga Sofía me llamaba la atención, el otro día,  sobre algunas complicaciones. Supongamos que la era cristiana comienza el primero de enero del año uno, pero Jesús sólo nace el 25 de diciembre, ¿quiere esto decir que la mayor parte del primer año después de Cristo en realidad antecedió al nacimiento de la criatura? Pero supongamos que la cuenta empezó el primero de enero siguiente, es decir el primero de enero que prosiguió a la natividad. En ese caso, Cristo habría nacido antes de Cristo, más precisamente en el 25 de diciembre del menos uno, lo que por lo menos representa una contradicción. Entiendo que la navidad coincide con el solsticio de invierno y los múltiples significados que este evento astral tiene, pero ¿no habría sido más lógico hacer coincidir el primero de enero con el cumpleaños de Jesús? Si tenemos un sistema de calendario centrado en la vida de una persona, ¿no sería lo natural empezar a contar desde su cumpleaños? Además, si no hubo año cero, ¿el primer cumpleaños de Jesús coincide con su nacimiento? ¿Y en qué año resucitó? ¿Pascua del 33 o del 34 DC?  No sé…estoy un poco confundido.

miércoles, 9 de febrero de 2011

Voces del más allá

200px-Dana_elcar

Dana Elcar: Detrás de esa cara de persona simpática y un poco aficionada al whisky (?), se escondería el enemigo número uno de Eternia.

Hoy estuve viendo a MacGyver, y me di cuenta de que Pete, el Jefe de la Fundación Phoenix, tiene la voz de Skeletor.

Al respecto tengo dos reflexiones: la primera es la sorpresa que me causó no haber dado cuenta en el momento y la segunda es que deberían prohibirle a ese tipo doblar otras películas y series.

miércoles, 2 de febrero de 2011

Te lo digo en dos palabras: A-hora

casancrem

Cansada de los negocios que fracasan se compró la franquicia de La Serenísima.

Si te Morías por un Casancrem, ahora te podés clavar un ¡Moria Casáncrem!

martes, 1 de febrero de 2011

Ni yankis, ni marxistas 2

antinomias

Un ejemplo más de la opinión dominante.

Hace unos días, en un post que intentó ser gracioso, esbozaba una pequeña teoría sobre las muy esgrimidas antinomias argentinas. Los cultores de esta forma de pensar sostienen que los argentinos se debaten casi deportivamente entre antinomias que no le permiten avanzar. Ese el objeto de este post demostrar que las mentadas antinomias no existen como tales, sino que responden a la lógica dominante de un grupo en particular y que le posibilitan avanzar sustantivamente.

Quisiera empezar defraudando a todos. Peronismo- antiperonismo, no es una antinomia. Es un clivaje; una escisión que da forma y moldea el sistema político. El clivaje típico, y el más estudiado por las ciencias políticas, es el que se da entre Liberales y Conservadores. Lejos de llevar a la parálisis, los clivajes dinamizan a las sociedades y terminan generando nuevos partidos políticos, nuevas propuestas y nuevos planes.

Habiendo dicho esto, tomemos como ejemplo la frase que da subtítulo a la obra de Sarmiento: Civilización o Barbarie (la cita textual es civilización y barbarie, pero ha trascendido a la historia en su variante adversativa y en ese sentido lo emplearemos) Pensemos durante un segundo; es claro cuál es el grupo que se piensa a sí mismo como parte de la civilización, pero  ¿quién puede identificarse con la barbarie? Los federales, el grupo denostado por Sarmiento, no se veían´como parte de la barbarie. Antes bien, utilizaban ese epíteto para denostar a los unitarios, de allí aquello de ¡Mueran los salvajes y bárbaros unitarios! Sólo hacia mediados del Siglo XX, algunos autores enrolados en las filas del Revisionismo, comenzaron a mirar con un poco más de simpatía el concepto de barbarie, cayendo en el lo que para mí, es el error de aceptar una agenda ajena. Sin embargo, para ese momento la presunta antinomia había perdido toda vitalidad y no pasaba de una discusión medianamente animada en los ámbitos académicos. Vemos por lo tanto, que lejos de tratarse de una antinomia que nos paraliza, se trata de una suerte de acusación que posibilita la justificación de un orden de cosas. (Nota: en un afán de ser justos con el bueno de Sarmiento, en su esquema de análisis la oposición se encontraba dispuesta entre la ciudad y la campaña, lo que hoy llamaríamos el campo. No es muy difícil comprender que en el argumento sarmientino, los efectos civilizatorios manaban desde Europa a través de su representante en el Plata, que no es otra que Buenos Aires. El campo, es sinónimo de atraso y, por ende, de barbarismo. No deja de ser curioso que los descendientes de aquella generación, sostienen hoy la idea opuesta donde lo urbano es sinónimo de corrupción y decadencia, mientras que el campo es la reserva moral de nuestro país.)  

Tomemos como segundo ejemplo la frase que da título a este post: “Ni yanquis,ni marxistas: peronistas”. En este caso, se nos presenta una opción superadora; el peronismo se postula como un momento superador de una dialéctica alla Hegel, que nos libera de las garras de la antinomia. Observamos nuevamente el recurso de la antinomia (aunque en este caso nos viene dada una solución) casi como una necesidad intelectual de los argentinos. Ahora bien, ¿qué decía la mencionada frase a mediados de los años 70? En primer lugar, refiere casi de manera romántica, al muy zarandeado concepto de la Tercera Posición en la política exterior del primer peronismo. Sin embargo, me parece que la frase oculta una serie de conceptos interesantes. Por ejemplo, no dice: “ni yanquis, ni rusos” o “ni capitalistas, ni marxistas”, dice, con mucha intención y con una sutileza significativa “ni yanquis, ni marxistas”. Es decir que rechaza todas las enojosas diferencias que suelen encender interminables disputas entre soviéticos, chinos, leninistas, trotskistas y hasta socialistas. Por un lado, la identificación clara de un único tipo de capitalismo y por el otro la suficiente indefinición que permite rechazar a todos por igual. Si hubiera rechazado al capitalismo, la consigna se hubiera enajenado a los empresarios y a otros sectores de la sociedad que no rechazaban a la propiedad privada (?) Pero rechazar a los yanquis era fácil.

Ahora, yendo a cuestiones más concretas, veamos a quiénes respondían en la vida diaria estas clasificaciones. Es más que obvio que en esos años, no había muchos voluntarios para identificarse con los yanquis dentro del peronismo. Sin embargo, un importante sector del peronismo sostenía ideas que lo acercaban al marxismo. De esta manera lo que se había presentado como una distinción de orden teórico, cobraba de repente para un grupo concreto dentro de la interna del movimiento, la seriedad de una decisión política. La frase, por lo tanto, no era otra cosa más que un insulto o si se quiere una provocación. Un presagio de los aciagos tiempos por venir.

Vemos por lo tanto que en el pensamiento argentino, las antinomias no suelen ser tales. Antes bien, parecen responder más a un falso y elegante sentido del equilibrio, que justifica posiciones tomadas y dominantes. En esto la Argentina no se diferencia mucho del resto de los países y tal vez sea eso lo que nos molesta tanto. Aguinis, te querés matar (?)