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martes, 1 de febrero de 2011

Ni yankis, ni marxistas 2

antinomias

Un ejemplo más de la opinión dominante.

Hace unos días, en un post que intentó ser gracioso, esbozaba una pequeña teoría sobre las muy esgrimidas antinomias argentinas. Los cultores de esta forma de pensar sostienen que los argentinos se debaten casi deportivamente entre antinomias que no le permiten avanzar. Ese el objeto de este post demostrar que las mentadas antinomias no existen como tales, sino que responden a la lógica dominante de un grupo en particular y que le posibilitan avanzar sustantivamente.

Quisiera empezar defraudando a todos. Peronismo- antiperonismo, no es una antinomia. Es un clivaje; una escisión que da forma y moldea el sistema político. El clivaje típico, y el más estudiado por las ciencias políticas, es el que se da entre Liberales y Conservadores. Lejos de llevar a la parálisis, los clivajes dinamizan a las sociedades y terminan generando nuevos partidos políticos, nuevas propuestas y nuevos planes.

Habiendo dicho esto, tomemos como ejemplo la frase que da subtítulo a la obra de Sarmiento: Civilización o Barbarie (la cita textual es civilización y barbarie, pero ha trascendido a la historia en su variante adversativa y en ese sentido lo emplearemos) Pensemos durante un segundo; es claro cuál es el grupo que se piensa a sí mismo como parte de la civilización, pero  ¿quién puede identificarse con la barbarie? Los federales, el grupo denostado por Sarmiento, no se veían´como parte de la barbarie. Antes bien, utilizaban ese epíteto para denostar a los unitarios, de allí aquello de ¡Mueran los salvajes y bárbaros unitarios! Sólo hacia mediados del Siglo XX, algunos autores enrolados en las filas del Revisionismo, comenzaron a mirar con un poco más de simpatía el concepto de barbarie, cayendo en el lo que para mí, es el error de aceptar una agenda ajena. Sin embargo, para ese momento la presunta antinomia había perdido toda vitalidad y no pasaba de una discusión medianamente animada en los ámbitos académicos. Vemos por lo tanto, que lejos de tratarse de una antinomia que nos paraliza, se trata de una suerte de acusación que posibilita la justificación de un orden de cosas. (Nota: en un afán de ser justos con el bueno de Sarmiento, en su esquema de análisis la oposición se encontraba dispuesta entre la ciudad y la campaña, lo que hoy llamaríamos el campo. No es muy difícil comprender que en el argumento sarmientino, los efectos civilizatorios manaban desde Europa a través de su representante en el Plata, que no es otra que Buenos Aires. El campo, es sinónimo de atraso y, por ende, de barbarismo. No deja de ser curioso que los descendientes de aquella generación, sostienen hoy la idea opuesta donde lo urbano es sinónimo de corrupción y decadencia, mientras que el campo es la reserva moral de nuestro país.)  

Tomemos como segundo ejemplo la frase que da título a este post: “Ni yanquis,ni marxistas: peronistas”. En este caso, se nos presenta una opción superadora; el peronismo se postula como un momento superador de una dialéctica alla Hegel, que nos libera de las garras de la antinomia. Observamos nuevamente el recurso de la antinomia (aunque en este caso nos viene dada una solución) casi como una necesidad intelectual de los argentinos. Ahora bien, ¿qué decía la mencionada frase a mediados de los años 70? En primer lugar, refiere casi de manera romántica, al muy zarandeado concepto de la Tercera Posición en la política exterior del primer peronismo. Sin embargo, me parece que la frase oculta una serie de conceptos interesantes. Por ejemplo, no dice: “ni yanquis, ni rusos” o “ni capitalistas, ni marxistas”, dice, con mucha intención y con una sutileza significativa “ni yanquis, ni marxistas”. Es decir que rechaza todas las enojosas diferencias que suelen encender interminables disputas entre soviéticos, chinos, leninistas, trotskistas y hasta socialistas. Por un lado, la identificación clara de un único tipo de capitalismo y por el otro la suficiente indefinición que permite rechazar a todos por igual. Si hubiera rechazado al capitalismo, la consigna se hubiera enajenado a los empresarios y a otros sectores de la sociedad que no rechazaban a la propiedad privada (?) Pero rechazar a los yanquis era fácil.

Ahora, yendo a cuestiones más concretas, veamos a quiénes respondían en la vida diaria estas clasificaciones. Es más que obvio que en esos años, no había muchos voluntarios para identificarse con los yanquis dentro del peronismo. Sin embargo, un importante sector del peronismo sostenía ideas que lo acercaban al marxismo. De esta manera lo que se había presentado como una distinción de orden teórico, cobraba de repente para un grupo concreto dentro de la interna del movimiento, la seriedad de una decisión política. La frase, por lo tanto, no era otra cosa más que un insulto o si se quiere una provocación. Un presagio de los aciagos tiempos por venir.

Vemos por lo tanto que en el pensamiento argentino, las antinomias no suelen ser tales. Antes bien, parecen responder más a un falso y elegante sentido del equilibrio, que justifica posiciones tomadas y dominantes. En esto la Argentina no se diferencia mucho del resto de los países y tal vez sea eso lo que nos molesta tanto. Aguinis, te querés matar (?)

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