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domingo, 20 de julio de 2014

Misceláneas III

Micerino

El tano Micerino: La prueba de la Liga Nord de que el sur de Italia es el norte de África (?) #HolaInadi

  • ¿No es extraño que las pirámides se llamen Keops, Keffren y Micerino? ¿Quién era Micerino? ¿el primer faraón italiano? Raro…
  • No sé si a ustedes les pasa, pero yo me paso todo el viaje de larga distancia preguntándome si podré sacar el martillito que está atornillado a la pared del colectivo. Entiendo que se los roban, pero ¿no deberían ir sueltos? ¿Cuánto puede costar un martillito?
  • Yo creo que la gente no se convierte en Herrero para hacer rejas o parrillas. En algún lugar del corazón guardan la esperanza de hacer una espada. Ojalá puedan cumplir sus sueños (?)

martes, 15 de julio de 2014

No te vayas campeón…

 

fichus

Las fichus del mundial: la única práctica mundialista que no he adoptado.

No debería escribir esto pero leo y escucho las opiniones de muchas personas y no lo puedo creer. La última vez que Argentina llegó a una final en un mundial de fútbol, fue en Italia 90 y yo tenía entonces diez años. Cuando tenía esa edad el fútbol realmente era algo importante en mi vida. En esa época no sabía cuánto ganaban los jugadores; no me importaba qué marca auspiciaba a qué equipo; agradecía si podía ver un partido en vivo en la tele y no tenía idea de cuánto cobraba la FIFA para transmitir el mundial; para mí Grondona era un señor que aparecía tocándole la cabeza a Maradona en una escena de Héroes, aunque ya era en esa época tan choto y mafioso como lo es ahora; creía que los periodistas decían realmente lo que pensaban y no tenía idea de qué podía ser un lobby o una operación de prensa. Para mí el fútbol era mi equipo, eran los colores de Boca, era el espacio de transgresión habilitado para putear disimuladamente a los rivales, y fundamentalmente, era la posibilidad de llorar sin complejos si las cosas no salían como uno quería. Convengamos además que Boca estaba fundido, le habían rematado la ciudad deportiva y le estuvieron a punto de rematar el estadio. Pero yo de eso me enteré después. A mí me importaba que no le ganábamos a nadie. Sólo importaba el equipo. No tenía idea de con quién salía el “rata” Rodríguez, o si el “Coya” Gutiérrez estaba peleado con el “turco” Apud. Yo sólo los quería ver en la cancha y gritar los goles de Comitas. No es que lo demás no me importara, simplemente lo demás no existía. No había otra cosa. En verdad miento… había otra cosa. Estaba la selección nacional. La selección no colisionaba con Boca, lo mejoraba. Era el momento en que finalmente podíamos tener algo en común con todos: vecinos, amigos, comerciantes, policías, todos estábamos incluidos en ese hermoso conjunto. Y encima la selección ganaba. Era increíble. Lo mejor del mundo.

A partir de ahí todo se echó a perder. Pasó a ser relevante cuánto ganan los jugadores; qué productos promocionan, con quién se acuestan, con quién están peleados, que sus carreras son cortas, que sus pulsaciones están en 180, los negocios de la FIFA, los negocios de la AFA, las celebridades que van a los mundiales, los programas que transmiten desde el mundial, los políticos que usan a los clubes (y a nuestras pasiones) como trampolín para sus propias agendas. El circo. La mercantilización de todo lo que me importaba. Y encima el juego quedaba cada vez más lejos. El doping, la joda, el pelo corto como valor, el morir con las botas puestas, el “uno por adentro y uno por afuera” para terminar tirando pelotazos, hacer sólo “la nuestra”, el LTA…en fin. ¿A quién le puede interesar realmente esto? ¿Quién puede tener ganas de llorar por estos tipos? ¿Qué persona mayor de diez años puede ilusionarse con esta farsa? Fuimos creciendo y nos volvimos cada vez más cínicos. Nos hicimos más viejos a cambio de nada. O de muy poco.

Se preguntarán a cuento de qué viene todo esto. Bueno, esto viene a cuento de que me encontré confesándoles a mis amigos que durante este mundial me volví a sentir como si tuviera diez años. Durante un mes pude dejar de lado todo lo que envuelve el fútbol y volver a ilusionarme. Y para mi sorpresa mucha gente también lo pudo hacer. Lo realmente mágico es eso, lo pudimos dejar de lado. No es que la gilada no haya existido en este mundial, que el lobby se haya suspendido, que los intentos inéditos de voltear a un técnico en medio de un campeonato no hayan estado. Como muestra allí están los Bonadeos, los Fantinos, los Pasmanes (?), los Marcelos Palacios y todas esas rémoras que ganan su pan destruyendo la esperanza de la gente. Lo maravilloso, retomo, es que nada de eso importó. ¿Inventaban que la desafectación de Heber Banegas había roto al grupo? Más gente sacaba pasaje para viajar a Brasil. ¿Le inventaban un doping positivo a Lavezzi? Más fuerte se le preguntaba a los brasileños qué se sentía. ¿Salían a decir que el técnico no sabía nada y que Messi le maneja al equipo? La gente hacía que la Argentina fuera local en el lugar más adverso de todos. Después de 24 años pude ver, y como yo cientos de miles de compatriotas, a los jugadores preocupados por el equipo, concentrados sólo en los colores albicelestes. Y después de 24 años me encontré, ya convertido en un muchachón grandote, emocionado como un niño de 10 años por un partido de futbol. Yo sé que los fondos buitre y Boudou y las incertidumbre de cambiar de trabajo y mis cosas están ahí esperando, pero todavía es domingo y sólo importa esto que nos une a todos. Es domingo y gritamos el himno a todo pulmón, como si nos pudiéramos hacer oír a través de los televisores. Es domingo y nos juntamos con toda la familia a ver un partido de fútbol. ¿Quién lo hubiera dicho?

Pero bueno… ya es lunes y perdimos la final. Ya es lunes y los Bonadeos, los Fantinos, los Pasmanes, los Marcelos Palacios me quieren convencer de que tengo que estar enojado por no haber sido campeón. Dolido, dicen ellos que hacen de las sutilezas su sustento. Que tengo que estar furioso con este técnico que no se anima a jugar a “la nuestra” y atacarlos todo el partido. Que debería estar lívido porque Messi no juega de acuerdo con un talento que sólo le conceden a la hora de criticarlo, pero que le escatiman a la hora de concederle un elogio. Que debería estar indignado porque la “impericia” de los “pecho-frio” de Higuain, Agüero y Palacio nos privaron de aquello que es nuestro por derecho de nacimiento. No importa si hace un mes no daban dos mangos por este equipo. Con su lógica de ocasión postulan que si llegas a la final tenés que ganar. Si no ganas no servís, no tenés carácter, no podés ser un hombre de verdad. No importa si el rival juega o no, ni siquiera importa si son mejores que nosotros, porque en el fondo lo único que importa somos nosotros. Nosotros los campeones o nosotros los fracasados, no hay lugar para nada más en el mundo. Sin ir más lejos, hoy escuché a un tipo por la radio pidiéndole a Messi que devuelva el premio a mejor jugador porque no se lo merece. ¡Es una locura! ¿Un tipo al que si le otorgan el “Ñoqui de Oro “de la Cantina Don Carlos le avisa a toda su familia y además a un fotógrafo para que registre el momento, le exige a Messi que devuelva el premio a mejor jugador de un mundial? Claro, son situaciones diferentes; él sí lo merecía al “Ñoqui de Oro”(?)¿Cómo se puede ser tan caradura?

Y así transcurre mi lunes. Volvieron los fondos buitres, volvió Boudou y tuve que ir a trabajar a mi nuevo trabajo en medio del caos de la ciudad. Todo con el coro de fondo incitándome a la desazón. Y la verdad es que hoy estuve triste; pero no por no salir campeón, (hubiera sido genial ganar, realmente genial) estuve triste porque durante un mes me volví a sentir como un nene de 10 años y eso no va a volver. ¿Cómo puedo estar enojado con un grupo de tipos que me hizo cantar ¡AR-GEN-TI-NA! ¡AR-GEN-TI-NA! con mi vieja, mis sobrinos, mis hermanos, mis cuñados? ¿Cómo me voy a enojar si me pasé un mes completo hablando de fútbol por whatsapp con mis amigos de acá, de allá y de un poco más lejos también? ¿Cómo voy a estar triste si me regalaron un mes de vacaciones en pleno junio? Salud subcampeones, brindo por ustedes. Ansío que la magia vuelva en 2018.