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domingo, 20 de febrero de 2011
Afilados (?)
Filas: ¿Cruel forma de control social o ámbito de socialización primaria de jubilados? Para debatir…
Creo que una de las mejores ideas de la historia, en materia de control social, ha sido la invención de la cola (o fila, o como quiera que la llamemos). Piénsenlo (?), la gente llegaba a un evento o algún tipo de convocatoria pública y trataban de entrar todos juntos. Iban a ver, por ejemplo, a los gladiadores y generaban sucesivas avalanchas para llegar a sus asientos. De hecho, según nuestros estándares la gente no sabía comportarse en público. En mi opinión la invención la deben haber hecho en el ejército; si uno lo piensa detenidamente responde a una visión marcial de la vida en comunidad. Frente a los soldados que se amontonaban, y me imagino, amenazaban a los cocineros a la hora de comer, algún general debe haber establecido el principio de servir por estricto orden de llegada y formados unos detrás de otros. De esta manera se evitaba el desorden, que transforma a un ejército en una acumulación de individuos. El desorden social causa terror en las mentes castrenses. La idea fue tan exitosa y revolucionaria, que prontamente llegó a toda la sociedad, y está tan imbuida en nuestra vida que ni nos cuestionamos la pérdida de tiempo que sobrellevamos diariamente.
Algunos alborotadores (?) atribuyen esta invención a los pueblos originarios, por aquello de la fila india. Pero yo no puedo creer que pueblos tan amantes de la libertad como los pobladores originarios, puedan ser considerados responsables de este avance sobre nuestros derechos. Ahora que lo pienso, puede ser responsabilidad de los señores de la India. Sus divisiones de castas encuentran eco en el establecimiento de las filas. Todo menos la idea de individuo (?).
El tema de sacar números para poder ser atendidos parece ser más eficiente, y si se quiere menos violento. Pero la pereza y la desidia de los comerciantes nos condenan a la brutal eficiencia de las filas. Cuando entramos en algún establecimiento preguntamos mansamente quién es el último de la fila, sin osar desafiar los órdenes establecidos. Pero la peor de todas las indignidades, es cuando los bancos o las modernas salas de cine, nos someten a un corralito como si fuéramos animales. Diseñan esos corrales, esperando la incontenible afluencia de clientes a sus establecimientos, como si dentro vendieran la panacea. Pero la verdad es que la mitad del tiempo no hay nadie, o son los suficientemente pocos como para que debamos atravesar el vacío corralito como si fuera un laberinto diseñado por un Dédalo carente de imaginación (?). En algún punto deberíamos alzarnos como ciudadanos y reclamar aquello que legítimamente nos corresponde: nuestro tiempo.
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IGUAL NUNCA FALTA UN VIVO QUE SE QUIERE MANDAR SIN RESPETAR LA FILA O SE PONE A CHARLAR CON UNO DE ADELANTE PARA LUEGO METERSE
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