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sábado, 11 de septiembre de 2010

Mi ir

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Armstrong

Lance Armstrong (?): Sería el que trajo el souvenir de más lejos. ¡Te re cabió, Hard Rock Café Ho Chi Ming City! (?) 

Uno de los muchos fenómenos sociales que no comprendo, es la compulsión que tiene la gente por comprar “recuerdos” de los lugares que visitan. La industria del suvenir (?) presenta una cantidad de zonas bizarras que no pueden menos que ser destacadas. En primer lugar ocurre que con ciudades que cuentan con íconos arquitectónicos tan fuertes como la Torre Eiffel, la Estatua de la Libertad, el Big Ben o el Monumento a la Bandera, la elección del souvenir es relativamente sencilla. Pero ¿qué ocurre con aquellos lugares que por alguna desconocida razón son turísticos, pero carecen de alguna característica distintiva? La respuesta es que empiezan a aparecer esos engendros armados con caracoles, y cuya forma remite a  algún personaje cuya fama desconocen hasta los propios lugareños. De esta manera los incautos terminan comprando como recuerdo unas ostras pegoteadas con plasticola, que según el vendedor, es la mascota oficial de Valeria del Mar. Pero mucho más peligroso es el caso opuesto,donde la necesidad de contar con un monumento distintivo para poder venderle a los turistas, lleva a los pobres concejales de estas comunas a aprobar la instalación de verdaderos adefesios, cuyo ejemplo máximo lo representa el reloj cúcú  de Villa Carlos Paz.

Esto nos lleva a preguntarnos qué efecto tienen realmente los souvenires sobre las personas. Si se me permite, me parece que los “recuerdos” cuentan con la particularidad de interferir con el correcto proceso de la memoria. En condiciones normales uno sólo recuerda las cosas importantes y tiende a olvidarse de las trivialidades (excepto en esos casos de gente que cuenta con una habilidad especial para recordar datos inútiles y después te enteras que se hicieron millonarios en el programa de Susana…y con esa cara, ¿viste vo’?) Ese es el correcto modo en que funciona la memoria. Por ejemplo, yo me acuerdo de que poseo un par de pantalones y aún más, me acuerdo de que los tengo puestos; sin embargo, no guardo ningún recuerdo sobre el trámite de haberlos ido a comprar. Con los souvenires ocurre exactamente lo opuesto. Supongamos que uno se encuentra frente al Partenón, y le entra esa cuestión de querer asegurarse de que se va a acordar para siempre del Partenón. Entonces se dirige hasta una tienda y se compra un Partenón en miniatura (en líneas generales porque le parece que el “recuerdo” le va a salir más barato que un nuevo viaje a Grecia) Sin embargo, me parece que se crea en la memoria un nuevo recuerdo, aunque ahora sobre un hecho intrascendente; el ir a comprar el souvenir. ¿No notaron cómo las narraciones que hace la gente sobre sus viajes incluyen cada vez más anécdotas sobre los lugares a donde fueron a comprar tal o cual “recuerdo”, casi más que sobre los lugares visitados?

Sin embargo, y pese a toda esta crítica que estoy haciendo, lo cierto es que soy la única persona que conozco que exhibe en su casa todos y cada uno de los souvenires que mis conocidos me traen. No los compro, pero los tengo a la vista. Es que seamos sinceros, en la mayoría de los casos el destino de los souvenires es la parte más recóndita de un cajón. Por el contrario, yo pongo en vidriera todos: recuerdos de cumpleaños, casamientos, Bar Mitzva, elefantes de la suerte, búhos, encuentran refugio en mi casa. Es una forma de tener a la gente que quiero presente…y también una cierta atracción por lo bizarro. El gatito chino que llama el dinero es insuperable en ese sentido.

De todos los recuerdos que la gente trae, el que más me gusta es la Virgen de Luján que viene con un barómetro. ¡Fe y ciencia unidos en un único objeto!; uno no puede menos que admirar el poder de síntesis de estas personas. Además convengamos que el sentido práctico de conocer la presión atmosférica en una manera sencilla (sin tener que tratar de acordarse de que quieren decir los hectopascales y cuántos son muchos o pocos) convence al más escéptico. Para mí que el Papa tendría que insistir en este camino para conseguir más fieles. Lamentablemente llega un momento en que ya no cambia más de color, quedando para siempre en ese color rosa tan poco presentable. ¡Decime si no podía quedar para siempre celestita! Para mi lo hacen a propósito para que te compres otra…

 

Chiste de la Foto Alternativo (fue descartado por malo y rebuscado)

Mir

Cosmonautas rusos: Ahora dicen que dejarían recuerdos en vez de traerlos

6 comentarios:

  1. La última vez que fui a Córdoba, hace unos meses, logré no traerme nada "autóctono". Ni siquiera alfajores. No fue fácil, pero se hizo.

    Muy buenas las reflexiones, che. Salú.

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  2. Para mi el souvenir que no sirve para nada es el del cumpleaños de 15, casamiento, etc. Ademas que en el 99% de los casos son feos, estan hechos para no durar, generalmente con forma de vela, con volados y cosas que al 2° dia estan impregnados de tierra y pelusa que ni te cuento (eso por no nombrar los que traen blillantina y te dejan la cara y las manos todas llenas de brillito como zulma lovato)
    A los que re banco, es a los souvenirs de los viajes, siempre y cuando el monumento en cuestion valga la pena (ej: ni ahi el Cucu, pero todo mi apoyo al monumento a la bandera)

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  3. me parece sr gitano que hay falsas concepciones
    a) souvenir: ‘objeto que sirve como recuerdo de la visita a un lugar
    b) no existe lugar turístico sin souvenir. Sin tal elemento, ningún lugar puede ser considerado turistico, primero el souvenir, después el turismo.
    c) el souvenir siempre responde a las caracteristicas del lugar. El reloj cucu responde a carlos paz, villa donde habitan muchos suizos que gustan de relojes cucus. Y así, con todos los lugares con souvenires sucede.
    d) la vida es un largo camino de acumulación de souvenires. Como el capitalista que acumula capital, es inherente al turisa de pura cepa acumular souvenires.
    e)el souvenir de usar un pantalón, es el ticket.
    larag vida al gitano

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  4. Geraldinho: Su fuerza de voluntad abre una luz de esperanza en todos los compradores compulsivos de souvenires.
    Juanma: Los souvenires de los cumpleaños de 15 son todo un mundo en el que habría que incursionar. ¿En qué cabeza cabe que una bestia de 15 años alborotado por las hormonas le pueda llegar a importar un recuerdo de la fiesta? Inconcebible. Tal vez haya que hablar también de las estampitas de la primera comunión.
    PBT: Me parece interesante la comparación entre la factura que expide un local con los souvenires que trae la gente de sus vacaciones. La factura es para que quede constancia ante la AFIP de la venta ¿a quién le rendimos cuentas de nuestro viaje cuando compramos recuerdos? Guardar un recuerdo para demostrar que uno estuvo en un lugar, es tan ridículo como quedarse con el boarding pass para corroborarlo.

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  5. el souvenir es una especie de autobombo. Nos rendimos cuentas a nosotros mismos. Como el diario intimo...tenemos necesidad de dejar huellas y recordarlas

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  6. PBT:
    No estoy muy convencido de eso... si realmente quisieramos dejar una huella en el tiempo haríamos algo importante, no alcanza con irse de vacaciones. La única excepción es tener un hijo, pero prefiero no meterme en ese tema. Saludos.

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