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miércoles, 14 de septiembre de 2011

¡¿Alguien quiere pensar en los niños?!

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Helen Alegría: Sé que cuando quiera levantar el programa de Krusty me voy a querer matar, pero por ahora le hago el aguante (?)

Sigue causándome impresión el capricho con que la Ley de Medios Audiovisuales está siendo aplicada. Mientras las características más salientes de la ley se encuentran suspendidas, los aspectos más triviales se aplican a rajatabla. El ejemplo más claro es el separador que anuncia el comienzo y el fin del espacio publicitario, aunque hay otro sobreimpreso que resulta, a mi entender, más revelador. Al comienzo de los noticieros, aparece una placa que advierte que el contenido de los noticieros [tevediarios para nuestros lectores españoles (?)] no es apto para menores de edad.

Debo empezar diciendo que la medida me parece correcta, está muy bien poner sobre aviso a los televidentes sobre la naturaleza de los programas. Sin embargo, no deja de llamarme la atención el hecho que un programa que comenta los principales sucesos de la jornada tenga que ser precedido por una leyenda de esta naturaleza. La primera lectura que se puede hacer de este hecho, es lo inadecuado que resulta el mundo de los adultos para los niños.  Sin embargo, no deja de sorprenderme que le resulte imposible, a la televisión nacional, hacer un noticiero de alguna manera apto para el consumo de toda la familia. La atracción por el morbo y los aspectos más truculentos de la vida humana, han llevado a que la realidad que nos reflejan los medios de comunicación no sea apta para los niños que viven en ella. Horas y horas de repeticiones, primerísimos primeros planos (?) de las más variadas miserias humanas y las más básicas simplificaciones, han convertido los segmentos supuestamente formulados para instruirnos sobre el mundo en que vivimos, en un virtual circo romano diseñado pensando más en el entretenimiento que en nuestro derecho a estar informados. Las consecuencias para la democracia son evidentes y no me pondré a describirlas ahora.

Mas hete aquí (?) la paradoja con la que empezamos este post. La discusión sobre la forma en que los medios de comunicación describen la realidad, y al hacerlo contribuyen a crearla en un proceso de retroalimentación, es la razón por la que la ley de medios era necesaria en un primer lugar. Es que nuestro sistemas de medios se encuentra en un momento tan pobre, que la simple aparición de una leyenda al comienzo de un programa (un hecho trivial en comparación con las cláusulas de desinversión o con la cantidad de licencias que puede obtener cada operador) pone en conflicto al discurso mediático de nuestro país. Deberían llamarnos a reflexión estos hechos, porque me parece que le estamos errando de lo lindo. Ahora sólo resta continuar con lo sancionado y poner la ley en vigencia. Nada debería ser más simple que cumplir la ley, ¿no?

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