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domingo, 20 de mayo de 2012

Si lo supe, no me acuerdo.

Garufa

¡Garufa… Pucha que sos divertido! 

No se si a ustedes les pasa lo mismo, pero una parte importante de mi canon musical personal, está compuesta por obras amputadas. Un buen número de las canciones que aprendí de niño, y que debo confesar son las más cercanas a mi corazón, las aprendí en la versión de la gente con la que crecí. Y en líneas generales, nunca cantaban la letra entera de las canciones, sino que canturreaban las partes que recordaban o les gustaban de tangos, valses y otras composiciones populares. Así se fueron fijando en mi memoria versiones alternativas de las letras, formadas en partes iguales por gustos personales y omisiones.

El problema ocurre cuando la vida nos expone a las versiones originales de las canciones; ese territorio a la vez familiar e inexplorado. Enfrentados con las versiones entonadas por nuestros familiares y seres queridos, los artistas tienen todas las de perder. Qué quieren que les diga, prefiero la versión de mi abuela del tango Garufa a la de cualquier cantante, aunque la cante Diego Torres (?).

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