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miércoles, 21 de diciembre de 2011

Adictos

dracula

Eddie Murphy: El también fue ´Drácula en otra de sus películas que no da ni miedo ni risa (?)

 

Un fenómeno bastante curioso del género humano, es nuestra adicción a la adrenalina. Quiénes más, quiénes menos, todos hemos sentido esa aceleración que nos produce la adrenalina, y la amamos. La verdad es que llegamos a extremos casi ridículos para conseguir nuestra dosis. Uno de ellos, es la atracción por el cine de terror. Amamos asustarnos y sentir que la adrenalina fluye por nuestras venas (?). Sin embargo, y por alguna razón, tenemos que tener este miedo bajo control, no vaya a ser cosa que realmente nos asustemos de verdad.

Permítanme ilustrarlo con algunos ejemplos. Una de las historia de terror más conocida es la del Conde Drácula y los vampiros en general. Inmortales,capaces de cambiar de forma, dotados de fuerza sobrehumana, bellos y seductores, un podría pensar que son la encarnación de lo maligno; diseñados para llenar nuestras almas de terror. Sin embargo, basta con agenciarse una ristra de ajos, agua bendita, cruces, estacas (deben haber sido más fáciles de conseguir en el siglo XIX) o simplemente exponerlos a la luz del sol para derrotarlos. El problema no está en el diseño del personaje, sino en nosotros. Es que en el fondo necesitamos de algún tipo de reaseguro frente al terror y este tiene que estar tan pautado como sea posible. No podemos enfrentarnos al mal sin ninguna protección, tenemos que de alguna manera sentirnos especiales.

Lo mismo puede decirse de los hombres lobos y las famosas balas de plata, los zombies y su necesidad de contar con un cerebro, los tiburones y la dinamita (?) En todos los casos buscamos una salida que nos permita disfrutar de nuestra dosis adrenalina, sin tener que pasar por la angustia de presenciar el mal que habita en el mundo real.

Ahora bien … me pregunto ¿las bolas de fraile de la película “Mingo y Aníbal contra los fantasmas”, sirve a este propósito o es simplemente una genialidad de los guionistas?

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