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sábado, 22 de enero de 2011

Lo que aprendí de los dibus













 

Si alguien se acuerda del nombre de la tortuga y el perro que lo deje en los comentarios.
De un tiempo a esta parte, he estado notado que se verifica un proceso curioso en nuestras sociedades.  De todas maneras, no estoy seguro de poder explicarlo correctamente, por lo que les pido desde el principio que me disculpen.
 No sé si ustedes han notado que cuando uno es un niño su mundo se encuentra lleno de una serie de imágenes que lo ocupan casi por completo. Por ejemplo, en la infancia tenía perfecta noción de que cuando uno se pierde en el desierto, debe enfrentarse con los peligros de los espejismos; o de qué cuando estamos perdidos  en una isla desierta, la mejor manera de conseguir la atención del mundo exterior consiste en escribir un mensaje en una botella y enviarla al mar. Por supuesto, ninguno de estas recomendaciones de orden práctico responden a una experiencia personal; nunca estuve ni remotamente cerca de perderme en el desierto o de quedar varado en una isla desierta  (digamos que no soy del tipo aventurero, por decirlo de manera elegante) Estos conocimientos, junto con un número casi inacabable de otros saberes perfectamente inútiles, provienen del consumo de libros, historietas y fundamentalmente de dibujos animados de mi infancia.
Podrá argumentar mi querido lector (?) que es lo más normal del mundo, que cuando uno tiene 30 años, el lugar que ocupan los espejismos y las botellas con mensajes en la vida diaria, necesariamente debe disminuir. Cuestiones más prosaicas como el dinero, el trabajo, (o no tan prosaicas) como el amor, entre otras cosas de adultos, llenan nuestros días y está muy bien que sea así. El problema radica en que tampoco lo veo en las representaciones simbólicas  que constituyen el universo de los niños de hoy, por lo menos en aquellos con los que tengo contacto.
 En estos últimos veinte años ha surgido una industria del entretenimiento infantil que produce constantemente contenidos nuevos. Hasta este momento, los niños no se habían conformado en un nuevo agente de consumo; éramos meramente una extensión de los padres, pequeños adultos a los que apenas había que edulcorarle un poco las cosas. Mediante este procedimiento, Occidente fue conformando durante siglos, una suerte de corpus infantil compuesto por obras para adultos que se fueron diluyendo con el correr del tiempo. Por ejemplo, “Los viajes de Gulliver” de Jonathan Swift  fue originalmente pensado como una crítica de la política de la Gran Bretaña de la época, de la misma manera en que  es imposible no detectar las reflexiones sobre la “civilización”  en el “Robinson Crusoe” de Defoe. Por lo tanto en los últimos siglos, las distintas generaciones de padres e hijos han compartido un universo simbólico desde su más tierna infancia, que ha ido ayudando a la conformación de una suerte de Cultura General. La aparición de nuevas tecnologías, como fueron el cine y posteriormente la televisión, sólo sirvieron para reforzar la tendencia. Es así como tenemos versiones de “Los Tres Mosqueteros” protagonizadas por Bugs Bunny, Mickey Mouse o Roberto Gómez Bolaños (?) Sumemos a esto la tendencia tanto de Disney, como de los Looney Tunes, de musicalizar sus dibujos animados con música clásica, y veremos cómo se refuerza el fenómeno. Un hombre (o una mujer) del siglo XIX  podría perfectamente ver la película “Fantasía”, sin que mediaran más que explicaciones de orden técnico frente a estas imágenes danzantes.
Sin embargo, estas afirmaciones deben también ser matizadas.El surgimiento de la industria del entretenimiento infantil, sumada al marcado consumismo que caracteriza a nuestra sociedad, ha facilitado la aparición de productos como Beatles o Rolling Stones para Bebés, o cosas por el estilo. Por otro lado, nuestra generación también veía Mazinger Z o Robotech, cuya conexión con los clásicos occidentales era nula. Quiebres e innovaciones son inevitables, pero tal vez nos encontremos ante un cambio profundo en que nuestras sociedades construyen sus idearios. Desde este humilde espacio invitamos a Sociólogos, Psicólogos Sociales, Maestras Jardineras (?)…en fin al CONICET entero (?) a que nos ayude a analizar el fenómeno. No entiendo como el gobierno no se ocupa de las cosas realmente importantes…

6 comentarios:

  1. igual lo de guliver, Robinson Crusoe, etc, son mensajes subliminales para los chicos (que terminan descifrando cuando son adultos)porque cuando veiamos a los pitufos ni se nos cruzo por la cabeza la teoria satanica y mucho menos como era que una mina (petisa, rubia, culona y siempre con tacos) vivia con 99 "enanos" de color azul y vivia para contarlo

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  2. o si no son mensajes subliminales al menos son cosas que si te agarraban inspirado te dejaban pensando, pero no siempre te agarraban inspirado y muchas veces no la pescabas hasta que despues de grande alguien mas listo te aviva

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  3. respecto de la tortuga eran: D´artagnan y Dum Dum

    http://www.cartonionline.com/dibujosanimados/personajes/la_tortuga_dartagnan.htm

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  4. Bien ahí Juanma. Igual creo que supe cómo se llamaban

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  5. hola pablo, hoy mismo le voy a hacer una entrevista en profundidad a mi sobrina de 7 años para desentrañar el enigma. despues comparto los resultados de mi indagación. dani.

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  6. Esperamos con ansias los resultados de la entrevista...especialmente cuando la administra la autora del Blog de la Socióloga (?)

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