Maestro: Más de cinco décadas arruinando la autoestima de los niños. ¡Felicitaciones! (?)
La proliferación de redes sociales como Facebook, MSN o Twitter, nos ha puesto en la situación en la que tenemos que escribir cada vez más. Pero no sólo escribimos más, si no que lo hacemos en ámbitos públicos, de consumo inmediato y con escasas posibilidades de corregir lo escrito. Esto ha causado que el número de faltas ortográficas al que estamos expuestos se haya multiplicado de manera casi exponencial. Curiosamente, de los mencionados errores, los que más me llaman la atención son los que se producen con las palabras “vaya” y “yendo”. A mi modesto entender estos errores son llamativos, porque contradicen algunas de las particularidades comúnmente aceptadas de la idiosincrasia argentina.
Como todos ustedes saben, y nos ha sido repetido hasta el cansancio en la escuela primaria, los habitantes de la pampa húmeda (no sería justo extenderlo a todos los argentinos) poseemos cierta particularidad en la pronunciación denominada “yeísmo” . Dicho en pocos términos, reemplazamos la “LL” por la “Y” a la hora de pronunciar algunas palabras. Por lo tanto decimos: poyo, yuvia, yave, etc, particularidad que en lo personal encuentro amorosa (?), con excepción de cuando Nazarena Vélez pronuncia la palabra sho (?)
Percatados de este fenómeno, los educadores argentinos nos previenen de los peligros de aprender a escribir sin el apoyo de la pronunciación y prestan especial atención a enseñarnos qué palabras se escriben con ll y cuáles con y. Al no haber una regla general que nos asista debemos aprender la grafía caso por caso, lo que se convierte en un verdadero pelotazo.
Sin embargo, esta constante prédica por parte de nuestros maestros ha tenido un impacto no deseado en nuestra educación. Lentamente, y gracias a la prédica del famoso yeísmo, se comienza a instalar en nuestras mentes escolares la presunción de que la mejor manera de no equivocarnos consiste en escribir todas las palabras con ll. Antes de que nos demos cuenta, estamos escribiendo valla por vaya y llendo por yendo. El daño está hecho. Pero lo que no deja de parecerme sorprendente es que, por lo menos en este aspecto, los argentinos estamos dispuestos a asumir, casi automáticamente, que nos hemos equivocado. Aún cuando no nos equivocamos. Por eso, la próxima vez que un extranjero quiera enrostrarle la supuesta arrogancia de los argentinos, haga valer sus prevenciones y dígale “valla” a freír churros, que nosotros ya estamos “llendo”.